Nichos tapiados y
encalados, de blanco y cemento entre lápidas de mármol.
Sin flores que los
decoren ni familiares que los visiten. Apenas un modesto cartel con el rótulo
en letras de imprenta: "Mujer Subsahariana. 10-07-2010". "Hombre
subsahariano. 25-07-2010". Alguno tuvo suerte y se le pudo
identificar, aunque no hubo familia al otro lado del mar que reclamase el
cuerpo, quizás ésta porque ni siquiera sabe que sucedió con él. Pero el nombre
y apellido son la única diferencia en sus nichos encalados. Hace apenas una semana, el cementerio de Motril recibía los cuerpos de 14 inmigrantes ahogados en el naufragio de una patera, en dos tandas, primero siete que fueron enterrados el viernes 26 de octubre y otros siete al día siguiente. Al menos uno de ellos era un menor de 16 años, el resto adultos; la mayoría hombres.
El oficio religioso que
precedió al entierro, en la Iglesia motrileña de la Divina Pastora, provocó
incluso una polémica entre el Ayuntamiento de Motril y Granada Laica.
Esta organización consideró "irrespetuoso" que se celebrase
un funeral católico cuando resultaba "imposible" conocer
las creencias de los fallecidos. Aunque el Ayuntamiento defendió el respeto de
la ceremonia y la "buena voluntad" al organizarla, el detalle sirvió
para subrayar la desolación de estos entierros sin identidad.
Lo que más llama la
atención es como, más allá del momento posterior a cada tragedia, que copa
portadas de periódicos y abre telediarios, cuando las autoridades y las ONG
acuden consternadas a la estampa, son nichos sin recuerdos, sin
fotografías ni ramos de flores. Organizaciones como Motril Acoge se han ocupado
alguna vez de adecentar los nichos, pero son los vivos quienes centran su
atención, y no es una tradición ni nada parecido.
El cementerio de Motril
acoge los restos de algo más de 30 inmigrantes sin reclamar, de los más de
50 que han muerto en la zona en los últimos 20 años a causa de naufragios de
pateras y otros accidentes. Algunos fueron rescatados ya sin vida en otros
municipios y allí descansan, como el hombre cuyo cuerpo apareció en la playa de
La Rábita en Albuñol en 2005.
Los nichos sin lápida
aparecen rodeados por otros de vecinos motrileños, con historiadas lápidas,
mensajes de la familia y mujeres que acuden el 1 de noviembre a cambiar las
flores y limpiar el nicho. Si aparece algún ramo junto a las lápidas de cal,
nadie sabe nada. Comentan que junto a las de los cinco ahogados de 2010, dos de
ellos bebés, suele aparecer de vez en cuando una flor solitaria que
en el cementerio atribuyen a la familia de algún vecino de nicho, pero no es
algo habitual, y el sencillo reconocimiento continúa anónimo.
Como el de Motril, muchos
otros cementerios de las costas españolas son testigos del goteo constante de
muertes del paso del Estrecho, que en las últimas semanas ha dejado 23
muertos y decenas de desaparecidos -sólo en la de los 14 últimos llegados
a la costa granadina, más de 40-. Los nichos sin lápida son el recordatorio
mudo, pero evidente, que asalta la vista en estos días de quienes van a visitar
a sus propios difuntos.
Whitewashed walled niches between marble headstones. Without flowers that
decorate them neither family that they visit them.
Barely a modest placard with the sign in
print: "Sub-saharan woman. 10-07-2010". "Sub-saharan man. 25-07-2010".
Had no luck and you will be
unable to identify, there was no family on the other side of the sea
that was claiming the body, perhaps this because they don't even know what
happened to him.
But the full name are the only difference in their
whitewashed niches.
The service preceding the burial, in the Church motrileña of the
Divine Shepherdess, caused a controversy between the City Hall of Motril and
Granada Secular. This organization
considered it "disrespectful" that a catholic funeral was celebrated
when it was "impossible" to know the beliefs of the dead.
Although the City Hall defended the respect
of the ceremony and the "good will" upon organizing it, the detail
served to underline the desolation of these burials without identity.
What more calls the attention is like, beyond the moment after each
tragedy, that newspapers cover sheets cup and opens news programs, when the
authorities and the NGO respond dismayed to the stamp, are niches without
memories, without photographs neither branches of flowers.
Organizations such as Motril Receives have
been occupied time to time to tidy the niches, but it is the living they focus their attention on.
Niches with no headstone are surrounded by other neighbors Motril, with storied gravestones, family messages and women attending the November 1 to change the flowers and clean the niche.
If any branch next to the grave of lime, nobody knows anything. They comment that alongside the five drowned in 2010, two of them infants, usually appears occasionally a solitary flower in the family cemetery attributed to a neighbor of niche, but it is not common, and the simple recognition continues anonymously.
As well as Motril, many other cemeteries on the Spanish coast are witnessing the steady trickle of deaths over the Strait, which
in recent weeks has left 23 dead and dozens missing, only 14 arrived safely in the Costa Tropical out of more
than 40.
Niches with no
tombstone are the silent reminder that assault the eye these days
of those who are going to visit their own dead.